Originalmente publicado en Monterey Herald. Acceda en linea http://www.montereyherald.com/article/NF/20171216/LOCAL1/171219869 Como maestra en Salinas, puedo simpatizar con la preocupación que sienten las maestras de Watsonville Margaret Rosa y Julie Vallens. Se supone que la escuela es un lugar seguro donde los niños pueden buscar refugio y ser lo mejor de ellos mismos. Con la creciente evidencia del daño directo que representan el clorpirifos y otros pesticidas organofosforados para el correcto desarrollo del cerebro de los niños, los maestros en áreas agrícolas no pueden evitar sentirse responsables de proteger a sus estudiantes de la exposición. Cuando los pesticidas dañinos se aplican en campos cercanos, pueden demorar varios días en descomponerse y pueden dispersarse lejos de donde son aplicados. En una ciudad que está literalmente rodeada de campos, las escuelas a menudo son las primeras en ser amenazadas por la exposición a pesticidas. Me aterrorizó saber que en 2014, el Aeropuerto de Salinas registró tres veces el nivel federal de riesgo de salud para el clorpirifos. A pesar de que no se aplicó clorpirifos dentro de una milla cuadrada, busqué en el mapa de rastreadores de pesticidas de California (datos de 2015) en www.cehtp.org y encontré que mi casa se encuentra en una zona roja (75-100 por ciento de uso de pesticidas). La exposición a plaguicidas afecta más a algunos niños que a otros: los hijos de los trabajadores agrícolas corren el mayor riesgo. Las escuelas de California necesitan desesperadamente una política que proteja a todos los niños de la exposición a largo plazo al clorpirifos y otros pesticidas que dañan el cerebro. La zona de amortiguamiento de cuarto de milla durante ciertas horas es un buen comienzo, pero necesitamos aún más. El potencial de nuestros estudiantes es la prioridad.
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May 2018
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